Buscar en este blog

viernes, 18 de agosto de 2017

Escudo de monseñor Alfredo Zecca

El 20 de agosto de 2011 nos ocupamos con amplitud del escudo de monseñor Zecca, apenas 48 horas después de su ordenación episcopal como Arzobispo de Tucumán.


Hoy compartimos unas imágenes que no mostramos entonces, junto con los datos biográficos del Arzobispo, que tampoco publicamos en aquel momento.

Alfredo Horacio Zecca nació en Buenos Aires en 1949 y fue ordenado sacerdote en noviembre de 1976 por el cardenal Aramburu. Tras cumplir diversas funciones pastorales y académicas -particularmente en el Seminario Metropolitano de Buenos Aires y en la Universidad Católica Argentina, que lo tuvieron como Rector- fue designado Arzobispo de Tucumán en junio de 2011. Recibió la ordenación episcopal el 18 de agosto (esto es, hace hoy seis años)  y en septiembre del mismo año tomó posesión de su sede en San Miguel de Tucumán. En mayo de este año anunció su renuncia por motivos de salud a la sede arzobispal tucumana; al aceptarle la renuncia, el Papa le asignó la sede titular de Bolsena. 

Recordemos lo que decía, acerca de su escudo, la estampa de su ordenación episcopal:
DESCRIPCIÓN DEL BLASÓN EPISCOPAL
El arte de la heráldica incluye el diseño, la descripción y a veces la regulación jurídica de los símbolos tradicionales que la cultura humana utiliza para distinguir tanto individuos como instituciones de todo tipo, desde colegios e iglesias hasta asociaciones, empresas, organismos y naciones enteras.

La arqueología muestra que el trabajo del hombre para identificar con símbolos los lugares o cosas de su pertenencia pertenece a la más remota antigüedad y a todas las culturas. Como la conocemos hoy en Occidente, la heráldica parece haberse desarrollado a partir de dos prácticas medievales de diseño: la necesidad de señales identificatorias y aglutinantes sobre las banderas, ropas y armas de los que peleaban en las batallas, y la necesidad de sellos utilizados para autenticar los documentos con fuerza legal. Con renovado vigor hoy, en una cultura que tanto privilegia la imagen, artistas y diseñadores de todo tipo acuden con frecuencia a la heráldica para expresar en síntesis simbólica el mensaje que quieren transmitir. La tradicional asunción que el Papa y cada obispo al iniciar su ministerio hace de un escudo, expresión de su proyecto de vida pastoral, es parte de este rico e ininterrumpido historial humano. He aquí, con el lenguaje propio de la heráldica, una breve lectura del escudo elegido por Mons. Alfredo H. Zecca.




Es un escudo de forma inglesa, partido, el lado derecho cortado. En el primer campo, tres aros de oro entrelazados sobre campo verde simbolizan el misterio de Dios en el mundo. Abajo, una casa en azul sobre fondo de plata, evoca a la Santísima Virgen Maria y su misión en el plan divino. A la izquierda, la Iglesia como barca, en plata sobre azul.
Los tres aros de oro representan a la Trinidad divina, de la que depende el designio salvífico sobre el hombre y el mundo, y que el Padre, principio sin principio, concibió en su sabiduría y bondad y es realizado por el envío del Hijo, la Sabiduría increada, y el Espíritu Santo (Lumen Gentium, nn. 2-4).
La casa es, a la vez, expresión de la Virgen, que alberga en su seno como casa de sabiduría al Verbo de Dios, y de la Iglesia, de la cual María Santísima es miembro, modelo y madre amantísima (Lumen Gentium, cap. VIII).
La barca simboliza a la Iglesia, que navega los mares de este mundo llevando el anuncio de la cruz, sabiduría de Dios misteriosa (1 Corintios 2, 7). El diseño de la barca es tomado del escudo de la Pontificia Universidad Católica Argentina, que, junto con el Seminario Metropolitano de Buenos Aires y bajo el especial patrocinio de la Madre de Dios, han sido los ámbitos privilegiados del servicio sacerdotal del nuevo obispo.
El conjunto simbólico nos sintetiza los ejes fundamentales de la vida pastoral de Mons. Alfredo H. Zecca: ser anunciador del misterio de Dios, concentrado en Cristo, sabiduría eterna del Padre, y contemplado en María para el servicio de la Iglesia; y, con ello, ser celebrante y dispensador del anuncio y realización del plan de Dios sobre el hombre y el mundo. Con esta triple actitud quiere asumir su ministerio episcopal sirviendo a la Iglesia en Tucumán.
El lema, tomado de San Agustín (Sermón 340, 1), expresa que el obispo, para ser el servidor pleno que de él se espera, deber ser, ante todo, un cristiano fiel, hecho por el bautismo miembro del pueblo de Dios, a cuyo servicio el obispo es puesto por el mismo Dios como buen pastor.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario